PINTAR CUADRO DE BICI
Ahora vamos a empezar con el pintado de la bici, tras el Preparado inicial. Queremos hacerlo lo más rápido y sencillo que podamos…Pero que quede lo suficientemente bien como para sacar la bici a la calle con cierto orgullo. No pretendo tampoco un acabado profesional, ya os dije que quiero una bici de batalla que no llame la atención de amantes de lo ajeno.
Voy a explicar dos formas de realizar el proceso y que cada cuál elija la que más le convenga según su presupuesto y expectativas.
Para empezar, lo primordial es retirar toda la pintura vieja. Y lo más cómodo para eso es usar un producto decapante tipo químico. Simplemente, vamos untando con una brocha en las zonas pintadas, dejamos actuar...
y retiramos con una espátula o similar.
Como mi cuadro es de hierro, no tengo que preocuparme de rallar el cuadro. Si vuestro caso es un cuadro de aluminio, deberéis hacerlo con cuidado. Y, por supuesto, si es de carbono, ni penséis en el decapante, pues disolvería el cuadro.
El proceso de retirar la pintura se me hace bastante más pesado de lo que imaginaba… tras una mañana dándole al decapante y la espátula, tenemos el trabajo a medio hacer, pues quedan muchas zonas y recovecos con restos de pintura. Incluso muchas zonas bien visibles del marco tienen algunas manchas de pintura.
Eso sí, descubro para mi sorpresa que el cuadro está en mejor estado de lo que imaginaba. Obviamente se ve sucio, deslucido…Pero en muchas zonas vemos el acero reluciente y no se ven zonas picadas por el óxido.
La segunda mañana de trabajo con el decapante, deja ya el cuadro listo para el siguiente paso. Quedan aún algunos restos de pintura.
El decapante, pese a su aparente comodidad –de hecho es la opción más sencilla-, es un trabajo duro, tedioso y poco gratificante: las salpicaduras en manos y brazos pican como el demonio; el olor es acre y perjudicial para las vías respiratorias; tras retirar lo más gordo, nos encontramos restos que se resisten, porque van cayendo de unas zonas a otras y al secarse el decapante, vuelven a adherirse… o bien la pintura se diluye y se vuelve a agarrar sobre la superficie cuando seca… ¡Y no os imagináis la cantidad de recovecos que tiene una bici! Y si queremos hacer un trabajo bueno y duradero, al menos lo segundo, debemos eliminar toda la pintura vieja.
Me paso una tarde entera. Entregado a la tarea de retirar uno a uno con la espátula todos los pequeños restos de pintura. Es cuestión de armarse de paciencia, ponernos una música tranquila y relajante, ponernos cómodos y trabajar sin prisa y dispuestos a acabar con los dichosos pegotitos de pintura.
Tras retirar toda la pintura, debemos retirar todos los restos de decapante que puedan quedar. Mal asunto si empezamos a pintar y la pintura nos dura una semana, si es que llega a coger. Ved las instrucciones de vuestro decapante para eliminar cualquier resto. En mi caso, pasaré un paño con disolvente universal haciendo hincapié en los recovecos, donde es más probable que se haya acumulado decapante.
Podemos pasar una lija fina para disimular los arañazos y muescas que pueda tener el cuadro, así como para retirar los pequeños restos de pintura que aún queden. Ahora que no hay pintura, nada nos impide dar un repaso que dé uniformidad. Si un arañazo es demasiado profundo, es mejor enmasillarlo. De todos modos, el material de esta bici es sólido, más duro que la espátula, diría yo, y no presenta ningún arañazo. Si vosotros vais a pintar la bici y presenta arañazos, hacedlo. Yo solo pretendo eliminar la capa superficial de óxido que se forma tras cierto tiempo pasado el decapado.
Un gran enemigo de la pintura es la grasa, la misma grasa de nuestras manos es algo que debemos evitar a toda costa.
Así que vamos a empezar por ponernos guantes y pasar un paño con disolvente, alcohol o acetona que elimine estos restos indeseables. Debemos dar varias pasadas usando partes limpias del trapo e incluso renovándolo cuando esté usado en toda su superficie. Es muy importante este paso.
Si vamos a pintar con pistola o spray, podemos tapar todos los huecos para que no entre la pintura dentro. Para ello basta cubrir el orificio con cinta de carrocero de modo que cubra el mismo. Después pasamos una lija media o gruesa por el borde para eliminar el sobrante y quede lo justo para tapar el hueco.
Es un proceso que me recuerda mucho al canteado de tablas de madera, pero usando cinta de pintor en vez de cinta de cantear y una lija en vez de una lima. Queda realmente curioso: el orificio perfectamente cubierto y sin sobrantes de cinta que puedan dificultar el pintado.
A estas alturas, nuestro viejo cuadro mal pintado y oxidado está prácticamente reluciente, como debe estar antes de pintarlo. De hecho, si pasa algún tiempo antes de pintarlo, conviene dar otra lijada fina, incluso si se trata de un cuadro de aluminio, y tras retirar el polvillo, proceder lo antes posible al pintado.
Otro paso crucial es la imprimación. La imprimación se ocupa de evitar el óxido. Y, otra función de esta capa, es la de servir de base para la pintura.
Sin imprimación, la pintura duraría poco y se empezaría a desconchar enseguida, echando por alto todo el trabajo anterior. Hay pinturas antioxidantes de imprimación, muy usadas por chapistas, que vienen en Spray.
El proceso es agitar el bote durante varios minutos e ir aplicándolo en suaves y breves pasadas. Podemos empezar por los recovecos y soldaduras, más complicados, y después dar pasadas más largas para las zonas más rectas y lisas.
Entre pasada y pasada, podemos esperar un poco antes de insistir en esa zona. Así la pintura anterior está más seca y evitamos que se formen goterones que estropearán completamente el trabajo.
Si se nos forma un goterón, debemos esperar que seque bien y lijarlo hasta volver a dejar ver el metal. Seguidamente volveríamos a aplicar el spray de imprimación en la zona.
Debemos dar varias manos de imprimación –lijando tras cada mano- hasta lograr un tono uniforme y una perfecta cubrición.
Muy importante también es evitar a toda costa el polvo ambiental. Entre mano y mano pueden depositarse partículas de polvo invisibles a la vista… pero que quedarán adheridos con la pintura que apliquemos encima y acabarán por notarse. Ni se os ocurra hacerlo en un lugar polvoriento o arruinaréis el trabajo.
También hay que tomar algunas medidas de precaución: usar mascarilla y guantes y que estemos en un lugar ventilado. Los vapores de las pinturas en spray son muy perjudiciales.
Pero esto es en la teoría… En la práctica me encuentro que este spray sólo está disponible en sitios muy especializados, a un precio algo elevado para lo que tenía pensado gastarme… Y encima no especifica que la imprimación en cuestión sea antioxidante… (después lo encontré en una gran superficie, pero ya era tarde, estaba la bici pintada). Para un cuadro de aluminio es perfecta… Pero no me fío. Por otra parte, no pretendo dejar la bici con un acabado de fábrica. No tengo compresor para pistola y no tengo demasiada experiencia con la pintura en aerosol. Solo pretendo dejar el cuadro protegido para que sea duradero.
Así que paso del spray y voy a darle una buena mano de imprimación de minio… sí esa dichosa pintura naranja al plomo, espesa y maloliente… Es sin duda lo mejor para proteger el hierro. Y si la aplicamos debidamente, quedará uniforme y con dureza.
El truco es dar varias manos muy finas y para ello hacen falta dos requisitos: diluir la pintura para que no esté demasiado espesa y quede una mano muy delgada… y usar un rodillo de lacar pequeño, que distribuirá la pintura sin dejar goterones.
Además, descubro que ya la hay disponible sin plomo y apenas huele, aunque su textura se queda pastosa y difícil de distribuir homogéneamente –eso no ha cambiado, jejejeje-.
Voy a seguir un proceso similar al de pintar una habitación: primero tomamos un pincel pequeño y vamos aplicando la pintura que tomamos directamente del bote en todos los recovecos por los que no podría llegar el rodillo.
También así después podremos pasar el rodillo con más fluidez sin tener que estar con miramientos para rellenar cada recoveco.
Procuramos aplicar con el pincel una capa lo más fina posible, pero sin dejar zonas sin cubrir. Es importante alisar muy bien los bordes para que no quede un antiestético escalón. Seguiremos con el rodillo.
Como no voy a emplear todo el bote de minio, pues el cuadro es relativamente pequeño, echo en un bote la cantidad que creo necesitaré y ahí puedo diluirla tranquilamente con disolvente. Si notamos que está muy líquida, sólo hay que añadir un poco más de pintura o esperar un poco, que el disolvente es muy volátil y se evapora enseguida.
Pasamos la pintura preparada a la cubeta y mojamos el rodillo en ella…¡NO! Esperad… El rodillo es nuevo. Así que usaremos un truco para que el acabado sea aún mejor: mojamos bien el rodillo en agua y lo sacudimos enérgicamente varias veces.
Así eliminamos la pelusilla que no está bien adherida al rodillo y nos puede estropear el acabado.
Podemos pintar un trozo de cartón limpio, un papel, madera… para lograr darle la uniformidad deseada y ya podemos empezar a pintar la bici.
También conviene que nos hagamos con un palito afilado por un extremo, pues si se suelta una pelusa o cae un pelo, nos arruinará el trabajo. Así podemos retirar el elemento extraño con el palito y volver a pasar el rodillo.
En realidad estos rodillos son totalmente reutilizables. Casi recomendaría pintar algo con el rodillo, limpiarlo bien, dejarlo secar y después volver a usarlo para la bici. Pasa como con las brochas: los pelos quedan pegados por dentro con la misma pintura y es mucho más difícil que se desprendan.
Tras aplicar una mano de pintura, vemos que queda poco homogéneo. Si volvemos a pasar el rodillo, peinamos la pintura y queda mucho mejor. Pero cuidado, que es ahora, cuando aplicamos el rodillo sobre pintura más espesa, cuando hay más riesgo de que suelte pelusas.
Lo ideal, si tenéis paciencia para ello, es dar una mano de pintura casi transparente y cuando seque bien, dar otra. Y repetir hasta lograr una capa uniforme y lisa.
La ventaja del rodillo de lacar –como decía- es que es reutilizable: sólo tenemos que mojarlo en un poco de disolvente tras terminar de pintar y “pintar” con ello una hoja de periódico. Según la cantidad de pintura que contenga, podemos repetir un par de veces más, añadiendo un poco de disolvente al rodillo y depositándolo sobre una hoja de periódico. Yo suelo optimizar la limpieza doblando la hoja de periódico usada sobre sí. Normalmente el disolvente atraviesa enseguida el papel, mientras que la pintura queda retenida. Pasando nuevamente el rodillo sobre esta mitad doblada, logramos eliminar más pintura con menos cantidad de disolvente. Tras esta limpieza preliminar, podemos volver a añadir un poco de disolvente al rodillo y pasarle un paño para levantarle y limpiarle los pelos. Como vemos, se limpia igual que una brocha, pero es redondo y con las cerdas muy cortas. Es importante no descuidar los extremos del rodillo: la parte donde se inserta el mango hay que limpiarla o en el próximo uso no rodará bien y el extremo opuesto del rodillo se quedará duro si no insistimos en esa zona y lo estropeará.
Por otra parte, los rodillos de espuma acaban por deshacerse si aplicamos una pintura con mucho disolvente.
Finalmente otra ventaja del rodillo de lacar frente al de goma espuma es que éste último tiende a dejar pompitas a su paso, ya que está lleno de aire y su superficie no es homogénea. El rodillo de lacar sí es homogéneo y no deja pompas.
Para realizar el proceso de pintado del cuadro, coloco el cuadro sobre dos cajas de cartón que lo aguantan por los extremos. Pinto la parte inferior del cuadro colocando primero esta parte hacia arriba y después, con mucho cuidado, le doy la vuelta y pinto la parte superior, que será más visible. Es inevitable que las zonas que están en contacto con las cajas no queden bien. No importa, una vez seca la pintura, podemos retocar con un pincel.
Entre mano y mano de imprimación, y tras un secado perfecto, podemos dar una pasada de lija muy fina que elimine cualquier imperfección, aún invisible para la vista, pero que tras capas de pintura, será más perceptible. Al menos lo haremos en las zonas rectas y sobre todo por su parte más visible. Esta lijada también hará que la siguiente capa de pintura agarre mejor. Tras lijar es imprescindible pasar un paño que no suelte pelusas ligeramente humedecido. Así eliminamos cualquier vestigio de polvo.
El proceso de aplicar la pintura de acabado es idéntico, ya sea con rodillo o con spray: podemos usar pintura en spray, que es cómodo y deja un acabado aceptable. Siempre aplicando sin miedo, pero con rapidez y pasadas y pulverizadas cortas, breves.
También podemos aplicar algún barniz en spray que proteja la pintura y aumente la duración de la misma… Pero también me parece innecesario en mi caso, que tan solo quiero que la bici tenga un aspecto medio decente.
A todo esto, también voy a pintar la horquilla, la potencia, la tija, y el transportín, que estaba en buen estado, pero con la pintura picada y restos de óxido por algunas zonas. La perfección está en el detalle y de poco servirá que nos hayamos esmerado en el cuadro si después montamos alguna pieza mohosa que desluzca por completo todo el trabajo.
Me llevo un buen chasco… pues tras dos manos de pintura, me encuentro que la pintura gris forja que había dado para el acabado está en mal estado: no llega a endurecer.
Basta pasarle ligeramente una uña para hacer una raya. Es tontería dejarla así. Había escogido esta pintura para aprovecharla y porque el tono me parece muy bonito para combinarlo con unos adornos de cualquier otro color: negro, rojo, azul, blanco…
Pero está claro que no podemos dejar el cuadro así. Así que echo mano de la lija y de horas de paciente trabajo hasta lograr dejar el cuadro lo más liso posible. No es preciso quitar toda la pintura, pues en las zonas donde está más fina ha agarrado muy bien y está dura y, a fin de cuentas es también una pintura antióxido, que ayudará a proteger el cuadro de la humedad. Eso sí, no nos vale como pintura de acabado.
Tras repasar bien toda la bici y repintar con minio algunas zonas donde nos hemos pasado con la lija y hemos dejado el metal a la vista, ya podemos dar el acabado.
He elegido una pintura azul cobalto. No combina tanto como el gris, pero es un color sobrio a la par que alegre… dependiendo que lo combinemos con tonos claros u oscuros.
Espero encontrar en mi tienda-taller de bicis alguna pegatina que haga innecesario dar más manos de pintura en otros colores.
En la tercera y última mano, me encuentro que la pintura ha cambiado inexplicablemente de color: en vez del bonito color cobalto, casi color azul marino, pero con un tono algo más claro, se ve casi azulino.
Por otra parte, me gusta y es original, que el color azul cobalto está muy visto. Aunque, para evitar que os pase, os recomiendo siempre agitar bien el bote de pintura antes de abrirlo y después remover con un palito hasta el fondo.
Yo, en la tercera mano, olvidé agitar el bote y sólo removí con el palo, lo cual puede que explique este cambio en el tono.
No esperéis, de todos modos, que la pintura que le he dado a la bici quede como de fábrica. Siempre se le verán imperfecciones y su dureza deja mucho que desear.
Para lograr una mayor dureza, habría que haber usado una pintura en spray metalizada (de precio algo elevado para mi presupuesto) y aún así, las pinturas de fábrica suelen tener un acabado de horno que hace que la pintura tenga mucha más resistencia a los arañazos.
De todos modos, tenemos nuestro bote de pintura y siempre que se produzca un desperfecto o de modo periódico, podemos lijar ligeramente los desperfectos y pintar los arañazos con un pincel.
En la próxima entrada, montaremos los componentes en el cuadro y la probaremos para analizar el resultado... ¡No os lo perdáis!.