Encuadernación de folios o papeles sueltos
La encuadernación es un tema que no había
tratado hasta ahora. Y cuando he realizado en alguna ocasión un trabajo de
encuadernado, ha sido con las hojas formando cuadernillos cosidos entre sí.
Es
el método más eficaz y, por otra parte, de toda la vida, para realizar este trabajo
y conservar una obra literaria durante muchos, muchos años sin que las hojas acaben
desprendiéndose.
Pero también puede ocurrir que tengáis un
documento en formato folio, o bien apuntes de clase o un libro que queréis
tener en papel y sólo lo encontráis por internet y tenéis que descargarlo,
imprimirlo… y quedaros con las hojas sueltas porque no sabéis cómo realizar
esta tarea.
Es cierto que hoy día hay opciones varias de
encuadernación: hay máquinas que encolan los folios por el lomo de modo que se
quedan unidos (personalmente, no me convence en absoluto). También otras
perforan las páginas y las unen con una pieza de plástico… Incluso si no son
demasiadas páginas, hay unas carpetas de plástico cuyo lomo se puede abrir para
sujetar con presión la carpeta y todos los folios…
Pero si queréis hacerlo en casa y de un modo
que resulte sólido y con un aspecto aceptable, podéis usar el método que yo he
usado en este post, en el que tengo que encuadernar papeles sueltos de tamaño
A4 (folio) y no quiero gastarme dinero en que me unan las páginas con un
antiestético trozo de plástico.
Prefiero trabajar un poco y hacer un trabajo
algo más elaborado.
No significa que mi método de encuadernar sea perfecto. Sin
embargo, los libros que he encuadernado han quedado realmente sólidos y
utilizables.
Como el proceso es largo y me extiendo mucho
en detalles, variantes y trucos. Voy a explicar básicamente en lo que consiste
para que no os perdáis entre ellos.
O sea, un resumen:
O sea, un resumen:
Vamos a apilar juntos todos los folios; a
practicar unos cortes en el canto para insertar unos cordeles con cola que
unirán todas las páginas. También encolaremos una tira de gasa que unirá el
lomo del libro a las pastas o cubiertas.
Pondremos unos refuerzos de papel fuerte bajo las guardas –el papel que siempre
aparece en la primera página-. Cubriendo
este refuerzo, encolaremos las guardas. Por fuera, la gasa dará una unión
flexible con las cubiertas y el lomo la ocultará y ayudará a que las cubiertas
no se muevan.
Un repaso final con cuchilla o cúter,
enrasará las cubiertas con los folios.
De modo que necesitaremos: Cartulina, cola
blanca o látex, gasa de algodón, cordel de fibra natural, papel de embalaje,
papel para las guardas y salvaguardas, pincel, guillotina doméstica. Tela inglesa
o tela normal para el canto –también podemos usar cartulina-, etc.
Hay que empezar por examinar las páginas que
queremos encuadernar. Si son procedentes de escanear e imprimir, es posible que
en los márgenes tengan marcas procedentes del proceso que afearán mucho al
libro. Si son apuntes y no os interesa perder los márgenes, os ahorráis este
trabajo. Pero como sí que es mi caso, voy a empezar por suprimir unos tres
milímetros del borde superior, inferior y externo de cada folio. El interno no
interesa cortarlo porque es el que nos dará juego para el encuadernado. Parte
de este borde quedará oculto.
Para realizar este proceso he usado mi cizalla
de guillotina y para comer a todos los folios exactamente lo mismo, me he hecho
un escantillón, como un tope de profundidad, que en realidad es mi guía de
afilado de formones, pero con un listón que hace de tope. Vosotr@s podéis usar
un palito del grueso adecuado.
Pero es importante que los cortes sean iguales y
perpendiculares o después las páginas quedarán desalineadas en los cantos y se
verá feo. Todo se puede solucionar, pero si de primera hora hacemos un trabajo
esmerado, el resultado será mejor.
El proceso no tiene más misterio que levantar a tope la cuchilla, colocar el folio alineado con el lateral de la base de la guillotina y desplazarlo hasta tocar el tope que hemos hecho. Se baja la cuchilla... y el folio queda cortado a la misma medida que los demás.
Seguidamente –y esto es muy importante- hay
que ordenar todas las páginas. No queremos que una vez encuadernado el libro,
lo abramos y veamos que se saltan las páginas, que alguna queda al revés…
Cuesta muy poco y nos garantizará al menos un trabajo legible.
A continuación, hemos de lograr poner el fajo
de folios con los cantos superior, inferior y externo, lo mejor alineados que
podamos. Que todos los folios queden bien parejos. Yo me he ayudado de un listón pequeño con el que voy igualando a golpecitos todos los folios.
Pues bien, ponemos este fajo entre dos
tablas, dejando entre 10 y 15mm sobresaliendo el canto trasero y sujetando con
sargentos las dos tablas entre sí. Hay que asegurarse que no se han variado de
posición y siguen con los cantos alineados. Parece sencillo, pero es una de las
cosas que me ha dado más trabajo.
Yo he usado dos tablas de aglomerado de 16mm.
Pero igualmente podéis usar dos listones fuertes en vez de tablas. Se trata de
fijar entre sí los folios para poder trabajar en el lomo.
Un truco para
facilitar la tarea es fijar inicialmente las tablas entres sí con unas pinzas
de bricolaje. Seguidamente, ya podemos poner los sargentos con menos riesgo de
que se desplacen o muevan las maderas o los papeles que hay entre ellas.
Vamos a realizar una serie de cortes en el
canto que sobresale –el lomo del libro-. Como conviene que todos queden a la
misma profundidad, trazamos dos líneas con un lápiz o bolígrafo a la
profundidad que deseamos llegar con la sierra. Con unos ocho o diez milímetros
es suficiente, pero si tenéis margen de sobra en las páginas, podéis hacerlo
más profundo.
Y aserramos para hacer de ocho a diez ranuras
perpendiculares al lomo. El ancho de estas viene marcado, evidentemente, por el
ancho de corte que dé la sierra que uséis. Como a mí me interesa un corte estrecho,
usaré una sierra japonesa.
En realidad, si tenéis un cordel lo
suficientemente grueso como para que encaje en la ranura del corte, da igual si
éste es más ancho. Pero como yo sólo disponía de hilo tipo perlé de calibre
fino, me he tenido que asegurar que sea estrecho. Conviene, eso sí, que metáis
sólo hilo o cordel de fibras naturales. Si es cáñamo, mejor, por su
resistencia.
Cortamos trocitos
de cordel de unos 4 ó 5cm de largo. Lo he hecho con las tijeras de mi multiherramienta, pero podéis usar cualquier cosa: tijeras
convencionales, cúter....
Y justamente eso es lo que tenemos que hacer
ahora: meter con cola unos trocitos de cordel en las ranuras:
empezamos por
embadurnar el interior de las ranuras con abundante cola blanca
y metemos hasta
el fondo los trocitos del cordel, de modo que sobresalga un par de centímetros
por cada lado. Como mi cordel es realmente fino, he decidido meter dos en cada
ranura.
Aplicamos más cola blanca con el pincel hasta
tapar por completo las ranuras y aplicamos cola blanca en abundancia por todo
el lomo. Vamos a pegar la gasa.
Ponemos la gasa centrada en el lomo
y aplicamos más cola blanca sobre ella, procurando
con el pincel aplastar la gasa contra el lomo.
No conviene mojar con cola más
que la gasa que está en contacto con el lomo, pues nos interesa que los
faldones que cuelgan estén libres de cola y flexibles para poder trabajar con ellos
más adelante.
Ahora podemos dejar secar bien la cola. El
proceso puede acelerarse si le ponemos un ventilador pequeño, tipo de ordenador
para que le proporcione ventilación. De lo contrario, habrá que esperar hasta
el día siguiente.
Seca la cola, retiramos con cuidado las
tablas.
Mientras la cola endurece, podemos preparar los
refuerzos de papel de embalar. Cortamos dos tiras del largo del libro y de unos 4 ó 5 cm
de ancho a contra-fibra. Las doblamos por la mitad a lo largo. Las pegaremos de modo que pillemos el cordel
contra la primera hoja del libro. Por eso es conveniente –olvidé decirlo antes-
que metamos un par de hojas en blanco al principio y al final del fajo de
folios.
Para encolar los cordeles al libro, empezamos
por deshilacharlos. Así quedarán planos y no se notarán. Como los míos son
finos, me he limitado a ponerlos abiertos, formando uves.
Pero podemos empezar
por aplicar cola y a la vez extendiendo los cordeles deshilachados en forma de abanico.
Si vemos
que éstos van a sobresalir de los refuerzos de papel, podemos recortarlos con
unas tijeras.
Tras dejar los cordeles fijados con la cola
-Sin pasarnos o arrugaremos las primeras hojas- Ponemos el refuerzo de papel
dejando el doblez o canto lo más pegado que podamos a la base de los cordeles. La marca inicial que hicimos para los cortes en el lomo pueden servirnos de referencia.
Estos refuerzos son en realidad como bisagras. Por eso conviene que uséis para
hacerlos papel de embalaje, el que tiene como estrías longitudinales y que
estas estrías estén colocadas de modo transversal, a modo de nervios.
Nos aseguramos que la parte superior de los
refuerzos está libre de cola y podemos apretar todo esto colocando el libro
entre dos tablas apretadas con sargentos.
Esto lo hacemos, por supuesto, en el
principio y en el final del libro.
Seguidamente, ponemos las guardas.
Lo ideal es que éstas se hagan con un papel del doble de
anchura que las hojas del libro… formando como un cuadernillo que tendremos que
pegar a la primera hoja visible, sobre el refuerzo de papel. Por el otro lado,
irá encolado a la otra parte del refuerzo y a la tapa. Digamos que será como un
embellecedor del refuerzo o bisagra de papel e irá colocado sobre él.
En mi caso, no tenía unos papeles de estas dimensiones, de modo que he usado folios normales pegados entre sí mediante una solapa. Como hemos recortado de ancho las páginas, ya tienen un tamaño inferior al de un folio y admite usar dos folios con una solapa sin que nos falte papel.
Podemos ir adelantando mientras seca la cola
recortando el lomo del libro y las tapas.
Tradicionalmente, el lomo se ponía de
cartón grueso forrado con un papel especial llamado tela inglesa.
Como este es
otro tipo de encuadernación, me limitaré a hacer un lomo de cartulina, al igual
que las pastas. Yo he usado cartulina del mismo tono para las tapas y el lomo.
Queda bonito si el lomo es de color más oscuro. Le da un aspecto clásico, imitando el acabado con tela inglesa.
Ponemos las tapas en su lugar y sobre ellas
encolamos la gasa que dejamos fijada al lomo. Con el pincel mojado en cola vamos estirando la gasa para que quede bien lisa y sin arrugas.
Podemos recortar a lo largo la
gasa para que cubra sólo uno o dos centímetros de la tapa y que quede mejor
cubierta por el canto que cubrirá el lomo.
Una vez encolada la gasa, podemos
poner más cola y colocar el lomo en su posición, cubriendo por completo la
gasa.
Esto lo hacemos en las dos tapas.
Esto lo hacemos en las dos tapas.
Ahora vamos a trabajar por la parte interna
de las tapas: tenemos visible el refuerzo de papel. Procedemos a pegarlo a la
tapa y también, por supuesto, la guarda, que ya habíamos encolado al refuerzo.
De modo que ya el refuerzo quedará totalmente oculto.
Para entendernos -comprendo que la terminología puede dificultar la comprensión- Pegamos a la parte interna de las tapas, los papeles que habíamos pegado al refuerzo de papel de embalaje, de modo que éste refuerzo queda entre la tapa y el papel, invisible a la vista.
Al hacer la tapa. La hice de modo que
sobresaliese un poco. Es hora de recortarla a las dimensiones deseadas, así como el papel que hemos encolado a ella y la primera hoja del libro. Otra
opción es cortarlas inicialmente justo a la medida y al encolar fijarnos muy bien para que
quede en su posición correcta.
Pero como yo lo hice para que sobresaliese un
poco, uso la afilada cuchilla de mi Leatherman y tomo como guía el canto de una
tabla canteada. Así el corte saldrá bien derecho. Voy haciendo pasadas hasta
dejar la tapa totalmente enrasada con las páginas.
Aprovecho también para repasar
los extremos del lomo, que con los restos sobrantes de cola, gasa y cartulina,
ha quedado un poco basto. Así, en muy poco tiempo, logramos un buen acabado. Asimismo, podemos eliminar el sobrante de alguna hoja que sobresalga por algún canto usando el mismo sistema.
Y ya sólo queda pegar una imagen
representativa del libro en la portada con cola de barra y forrarlo con plástico
adhesivo del usado para forrar libros.
Es importante, si la cartulina de las tapas
no es muy gruesa, que la primera vez que abráis el libro, procuréis que las
tapas se abran por su “bisagra natural”, o sea, por la zona de las guardas.
Forzarlo un poco, sujetando al mismo tiempo el lomo del libro para crear ese doblez.
De lo contrario, se doblará por la zona de menor resistencia, que es donde
termina la gasa en las cubiertas.
En realidad, la encuadernación puede tener
muchas variantes: podemos evitar poner –por ejemplo- los refuerzos de papel.
También podemos pegar la gasa a las tapas por dentro y colocar las llamadas
salvaguardas –otro papel adicional- para cubrirlas. Logrando que por fuera se
note la tapa más lisa… Algunos recomiendan el uso preferente del látex frente a
la cola blanca, por ser ésta más rígida que aquel…
Pero básicamente, ya sabéis cómo se puede
hacer. Y, aunque es laborioso y lento –por qué negarlo-, da una enorme
satisfacción ver ese trabajo que teníamos desperdigado en folios sueltos,
agrupados en forma de bonito libro.