AFILADO DE HERRAMIENTAS
Amig@s: Ya hemos visto en otro post cómo
afilar brocas con una radial y también con un afilador específico de brocas… Hoy
pretendo centrarme en formones y cepillos de carpintero.
Son muchas las herramientas de taller que con
el tiempo pierden el filo: formones, cepillos manuales y eléctricos, cúter o
cuchillas, brocas... Es muy difícil recuperar el filo original mediante el
afilado casero, pero podemos aproximarnos bastante con una buena técnica.
La regla número uno que yo siempre sigo a la
hora de tener las herramientas afiladas es no esperar a que pierdan el filo por
completo.
Es mucho más difícil recuperar una herramienta ya totalmente roma que
una que todavía corta bien aunque ya no tanto como originalmente cuando estaba
a estrenar.
Si damos un repaso periódico al filo de la
herramienta cuando vayamos a usarla, veremos que no cuesta apenas trabajo y no
requiere métodos más expeditivos que supondrán un mayor desgaste y el lógico
acortamiento de la vida útil de la herramienta.
Los carniceros saben mucho
sobre tener los cuchillos afilados y si los observáis, veréis que están
continuamente repasando los cuchillos.
Pero, lo realmente importante a la hora del
afilado es dar siempre, pero siempre, el mismo ángulo de afilado.
Puede que
éste no sea el idóneo para la herramienta, pero si logramos que no varíe dicho
ángulo, la herramienta cortará como un escalpelo.
Muchas personas que afilan
sus cuchillos cometen ese error: dan unas pasadas con un ángulo, en otras
pasadas lo varían ligeramente –de modo involuntario- y el cuchillo termina con
“varios filos” y resulta un desastre, cortando incluso menos que antes del
afilado o durando muy poco el filo.
Hoy vamos a centrarnos -como decía al principio- en los formones y
cepillos de mano de carpintero.
Estas herramientas son una verdadera gozada
manejarlas cuando el filo está nuevo, o sea al estrenar la herramienta… Pero
con el uso, vemos que cada vez está más embotado, romo y se atascan y no cortan
por donde queremos, pudiendo llegar a ser un verdadero peligro, pues nos obliga a hacer más fuerza y corremos el riesgo que se nos escape...
Yo solía darles unas pasadas con una piedra de afilar, pero
quería algo más preciso, cómodo, que diera un filo realmente bueno y que fuese
económico.
Vi por internet un soporte con unas
ruedecitas o un rodillo que hacía que pudiésemos deslizar el formón sobre una
piedra de afilado, manteniendo el ángulo. Y logrando un filo perfecto.
Problema: Fui a la ferretería y no tenían
ni idea de lo que yo quería. Hasta tuve que describirle al dueño el aparatejo.
Acabó por enseñarme una piedra bastante buena que costaba algo menos de 20€. Se
salía del presupuesto y tampoco era lo que yo buscaba.
Tras probar varios sistemas caseros en los
que sustituía las ruedas por arandelas, descubrí que, sencillamente con dos
maderas fijadas entre sí con tornillos, podría lograr lo que quería, siempre
que deslizara la madera sobre una tabla con melanina –para un buen
deslizamiento sin desgaste para la madera- y usando como elemento abrasivo lija
al agua para que la superficie de afilado quedase prácticamente a la altura de
la tabla.
El sistema es muy simple y económico… aunque
después pude comprobar que ya estaba inventado y perfeccionado. Es más, el
mismo autor de esta página que pongo en el enlace, reconoce que no es el
creador del sistema...
Pero como lo bueno merece la pena divulgarlo,
os expongo el sistema y os diré cómo lo he hecho yo:
En realidad, las piezas de madera las he
sacado de un viejo atril de pintura. Es la pieza que sirve para
regular la altura del lienzo.
De modo que me he encontrado las maderas ya cortadas
y hasta con los tornillos con tuerca de palometa, que es lo ideal para poder
poner y quitar rápidamente las herramientas sin tener que depender de destornilladores
o llaves.
En cualquier caso, con dos maderas sacadas de los restos de cualquier
taller de bricolador – de unos 12 ó 14cm de longitud, por 40mm de ancho- y 15 ó 20mm de grosor; y dos
tornillos con tuerca de palometa que podéis encontrar en cualquier ferretería,
podéis salir de paso. Basta taladrar las dos maderas juntas e introducir los
tornillos.
También necesitaremos la superficie de
trabajo: una tabla bien lisa de un par de palmos de longitud y uno de ancho
aproximadamente. Que esté revestida de melanina o algún material plástico sobre
el que la madera se deslice con suavidad. Imagino que un vidrio o una pieza pulida de granito o mármol también servirían estupendamente.
Y, finalmente, precisamos dos o tres pliegos de lija al agua
de diferente grano. Yo uso primero uno de nº 280, sigo con otro de 500 y termino
con el más fino, de 800. Lo veremos mejor cuando explique la técnica.
Introducimos la hoja del formón en el soporte
(entre las dos maderitas con los tornillos aflojados) y colocamos el soporte y el formón de modo que apoye el
bisel del mismo sobre la tabla, descansando al mismo tiempo el soporte sobre
ella.
Vamos introduciendo o sacando la punta del formón del soporte hasta que
veamos que el bisel del formón se apoya perfectamente. El ángulo debería ser de unos 30 a 33º.
Ese es el punto donde
podemos dar un ligero apriete a las dos tuercas de palometa del soporte.
Es muy importante lograr que el formón esté
bien perpendicular al borde del soporte. Para ello, podemos usar una escuadra.
Si vemos que no está bien derecho, aflojamos ligeramente las tuercas y variamos
la posición hasta que quede bien perpendicular. Apretamos bien las tuercas y
podemos volver a comprobar la inclinación.
Es buena cosa que tomemos un trocito de
listón de madera, lo apoyemos contra el soporte y señalemos la posición del
filo del formón.
Marcamos lo que sobresale y así ya tenemos la medida para
otras ocasiones y otros formones; y costará mucho menos.
Asimismo, podemos facilitar el trabajo si pegamos el listón a una madera, a escuadra. Así también nos ahorramos
el paso de usar la escuadra: en un paso regulamos la profundidad –que nos marca
el ángulo de afilado- y la perpendicularidad de la hoja –que nos afilará la
herramienta uniformemente-.
Pero, de momento, podemos arreglarnos
simplemente con el listón con la marca. Si el listón es delgado, podéis
guardarlo introducido en la misma guía al terminar el afilado y no se os
perderá.
Y pasamos al afilado en sí.
Colocamos el papel de lija sobre la
superficie de lijado –la tablita con melanina- y con un pincel extendemos un
poco de agua para humedecer el papel de lija.
No hace falta mucha agua ni hay
que mojar toda la lija, solo la zona del borde donde vamos a trabajar.
Tampoco
es necesario sujetar la lija a la tabla, pues la misma humedad del agua la deja
en su posición.
Colocamos sobre la lija el bisel del formón y
lo vamos deslizando sobre la lija asegurándonos que el soporte de madera se
apoye bien sobre la tabla.
Tras varias pasadas, podemos revisar la zona
por donde se va desgastando… a veces se desgasta más por el borde. Otras por la
parte opuesta.
En el segundo caso, podemos recurrir a añadir algún cartón fino,
tipo cartulina, bajo la zona del soporte que roza la tabla. Así lo levantamos
ligeramente y podemos hacer que la lija desgaste uniformemente todo el bisel y
no tenemos que molestarnos en volver a empezar desde el principio a colocar
bien la hoja del formón.
La lija de grano más grueso desgastará más
rápidamente, eliminando estrías, desniveles, muescas en el filo… Pero no dejará
un filo asentado.
Es importante que de vez en cuando, acerquemos
la tabla al borde de la mesa y demos varias pasadas por la parte opuesta –la
plana- del formón. Así eliminaremos rebabas que puedan formarse.
Hay que
mantener toda la parte plana del formón completamente pegada a la lija, sin
darle ningún ángulo.
Para ello, lo mejor es apretar con uno o dos dedos justo en el
extremo, lo más cerca del filo que podamos y con la otra mano nos limitamos a
empujar y tirar suavemente.
Tras unas pasadas a la parte plana, podemos pasar a la
siguiente lija de grano más fino.
El procedimiento es exactamente igual:
podemos mover el formón de delante hacia atrás y en círculos en sentido horario
y antihorario, deslizándolo por toda la superficie de la lija que estemos usando.
De vez en cuando, podemos levantar el formón, limpiar la hoja con un trapo para
examinar el filo y añadir más agua y continuar con el afilado si es preciso.
Examinando el bisel del formón recién
levantado, podemos ver también si lo estamos haciendo correctamente. Según la
zona donde se vea mojado.
Debería tener la gota en el centro, indicando que el
desgaste es uniforme.
Terminado este paso, pasamos a una lija de
grano muy, muy fino: del 800 ó el 1000 incluso, que nos dé un acabado casi de
pulido y dejará el filo muy fino.
Podemos terminar el afilado dándole unas
pasadas en un ángulo algo mayor justo en el filo, añadiendo una cartulina bajo la
guía, para lograr que la zona del filo esté más asentada, aunque no es necesario.
El filo, aunque parezca que no tiene rebabas
y está super afilado, aún tiene micro rebabas. Pero bastará empezar a usarlo
para que esté al 100%.
Y nos durará bastante, a diferencia un mediocre afilado
a mano alzada, que a veces parece muy bueno, pero no suele durar demasiado.
Y no hay más… en cinco minutos podemos tener
una herramienta con un filo perfecto, como cuando la compramos, y como ya
tenemos hecha la guía para ponerla otra vez en su posición correcta, en
sucesivos afilados, el filo incluso mejorará.
Para afilar la hoja del cepillo, el proceso
es exactamente igual, aunque el ángulo del bisel varía ligeramente.
Por eso yo
tengo en el listón dos marcas: por un lado para formones y por el otro lado, la
marca para los cepillos.
Las ventajas de este sistema de afilado son evidentes:
La lija al agua es económica –a mí me costó
2.10€ los tres pliegos- y he usado una zona de 3X15cm, aproximadamente… y como
no he cortado la lija, ni está muy gastada, esa zona puede servirme para más
lijados. Cuando ya se empiece a gastar, bastará cortar un trozo del borde y
seguir usándola en una zona sin desgastar. Nos puede durar muchísimos afilados. Las piedras son mucho más
caras y se van horadando, con lo que su superficie dejará de ser plana con el
uso a no ser que la repasemos con lija de vez en cuando.
Otra ventaja de este método es que la
superficie de afilado no se recalienta, a diferencia de las muelas de afilar y máquinas eléctricas. La lija al agua desbasta en frío y no
afectará al temple y dureza del filo.
Y como indiqué antes, es un sistema muy sencillo en el que no tenemos que estar pendientes de si variamos el ángulo y estropeamos la herramienta. A la par que deja un filo perfecto, por muy torpes que seamos en el tema del afilado.
En ocasiones en que esté el filo muy embotado y en los
que tengamos que retocar el ángulo de corte de la herramienta - el bisel-,
podemos usar inicialmente una lija al agua de grano más grueso que desbastará
más rápidamente. En estos casos, uso la del nº 150.
Tras probar el sistema con mis formones y mi
cepillo favoritos, voy a hacerle unas mejoras:
En primer lugar le he retirado unos clavos
que le había dejado al soporte por si volvía a usar las maderas en el atril. A unas malas,
si quisiera hacerlo, podría usar un par de tirafondos.
El alicate de mi
Leatherman Surge me ha venido de perlas para sacar estos clavos tipo grapa.
En segundo lugar, para tener una mayor
superficie de apoyo y que el trabajo sea más cómodo, he puesto otra cartulina
un poco más larga.
La he cortado de una etiqueta con las tijeras de la misma
multiherramienta y la he fijado con cinta adhesiva (celo) de modo que quede
bien pegada.
En tercer lugar, he cubierto la zona del
ángulo de la etiqueta, que es la que en realidad roza con la tabla, con
cinta adhesiva, para reducir el roce, el desgaste y aumentar la duración.
Finalmente, en vista del buen resultado, he
sustituido el listoncito para marcar el saliente del formón y del cepillo por
uno más vistoso. También es un retal, pero más saneado y bonito.
Por cierto, No sé si os habréis fijado o
habéis caído en ello, pero añadiéndole un tornillo o clavo afilado –o un lápiz- en la punta
en el extremo del listoncito que uso para colocar en el ángulo correcto el formón, podemos tener –además- un estupendo gramil.
También sirve como tope de profundidad, como me
sucedió cuando tuve que encuadernar unos folios y quería que todos estuviesen
cortados exactamente por el mismo punto con la cizalla… ya lo veréis en cuanto publique el
post del encuadernado.
Gracias a este sistema de afilado, no sólo he
logrado poner al día mis formones favoritos –nuevos, aunque con cierto uso-;
sino también un viejo formón que tenía en un rincón del taller con el mango
medio destrozado y cuyo filo estaba totalmente embotado, pese a que había tratado
en varias ocasiones de dejarlo bien. Esto también es tema de otro post.
Espero que os sea de utilidad este sistema de
afilado, como a mí me lo ha sido.