REPARAR GRIETAS EN TECHOS 6: Enmasillado final
Buenoooooooo, íbamos a tapar unas grietas del techo y al final se nos complicó la cosa: me iba a limitar a explicaros en un post algunas nociones básicas, en otro a enseñaros a preparar el yeso de pintor y en otro a colocarlo correctamente…. Pero las lascas de pintura y masilla viejas se caían por su propio peso y decidimos sanear a fondo para darle una buena preparación al techo y que nos dure muchos años. Asi que retiramos toda la pintura suelta, saneamos las grietas cuya masilla estaba medio suelta o sobresalía y os enseñé a rellenarlas con una masilla acrílica preparada al uso.
Ahora bien, esta masilla tiene como ventaja que es muy rápida de usar ya que basta abrir el envase y empezar a usarla. También tiene la ventaja de mermar relativamente poco (ya os enseñé el truco de pintar un poco primero para ahorrar masilla y extenderla mejor) y es bastante dura.
Pero eso viene bien para un trozo –o varios trozos pequeños- que queramos reparar. Ahora vamos a dar uniformidad a todo el techo y para eso usaremos las espátulas mayores y gastaremos bastante material.
Por ello voy a recurrir a otro tipo de masilla más económica que la que ya viene lista al uso y es la masilla en polvo.
Tiene el inconveniente que hay que ir preparándola a medida que se va usando. No queda tan dura como la anterior o como el yeso, pero tiene la ventaja de que tarda bastante en secar, a diferencia del yeso, con lo que podremos preparar una cantidad significativamente mayor. También da un acabado fino.
Eso sí tendremos que tener especial cuidado con la primera mano de pintura. Si no aplicamos la pintura con suavidad y damos un par de capas diluidas primero, corremos el riesgo que el rodillo arrastre la fina capa de plaste arruinándonos el trabajo.
Su forma de preparación es muy sencilla: lo haremos de una densidad adecuada, pues si está muy aguado mermará más y quedará muy blando. Y si está demasiado espeso, nos costará dar una capa fina, que es lo que nos interesa ahora, ya que las grietas están prácticamente tapadas. Para que quede lo más homogéneo posible, he hecho uso de mi báscula de cocina, que es bastante precisa:
Basta colocar el recipiente vacío sobre el peso y poner la báscula a cero. Se añade la cantidad de plaste que vamos a usar y añadimos la proporción de agua deseada. Así siempre nos saldrá igual y nos ahorramos trabajo, pues damos con la proporción justa a la primera, sin estar haciendo pruebas. Removemos bien y dejamos en reposo el tiempo recomendado por el fabricante.
Lo que pretendemos es eliminar pequeños desniveles e inperfecciones del techo, aunque también podréis aplicarlo perfectamente en paredes.
Las pequeñas ondulaciones que no hemos podido eliminar retirando la masilla vieja podemos disimularlas observando con el foco halógeno las sombras del techo. Si bien también podemos lijar las partes salientes, a veces es mucho más sencillo rellenar un poco las zonas sombreadas.
Por supuesto, colocaremos el foco para que la luz dé en la dirección de la lámpara que vayamos a colocar. Si ponemos el foco en otra dirección, podemos hartarnos de emplastecer y cuando el techo esté listo y coloquemos la lámpara definitiva, podemos llevarnos las manos a la cabeza.
Su relleno no tiene más ciencia que colocar en el centro de la espátula grande un pegote de plaste. Lo colocamos en el centro de la zona a rellenar y vamos pasando la espátula. Ésta se encargará de dejar un poco más de grueso en la parte central y al mismo tiempo de enrasar los bordes para que no sobresalgan. Jugando con la inclinación de la espátula, lograremos dejar un mayor o menor grueso en la parte central: si la espátula está más perpendicular al techo, dejará la masilla más uniforme y lisa. Si la inclinamos mucho, dejará más cantidad por la parte central…
En las zonas en las que simplemente el techo está rugoso, con imperfecciones, o pequeños entrantes y salientes, bastará hacer lo mismo colocando un poco de masilla en el centro de la espátula. Lo extendemos bien y después vamos nivelando apoyando parte de la espátula en una zona buena: que ya esté emplastecida, que tenga la pintura original o simplemente que esté en buen estado. Así tomamos esa zona como referencia y podremos retirar parte de la masilla que acabamos de colocar para evitar que quede ondulada o muy sobresalida del resto.
Una vez cogida cierta experiencia, veremos que con muy poca cantidad de masilla podemos cubrir una zona relativamente amplia. Eso sí, conviene que la espátula esté siempre cargada de masilla. Si damos con la espátula seca, probablemente no dejará un acabado fino. Solo usaremos la espátula sin masilla si sobra bastante cantidad de plaste por no haber apretado debidamente la espátula y haber dejado demasiado grueso de éste.
Es curioso, porque la misma masilla nos va indicando los sitios donde falta material, dejando esa zona irregular. De modo que podemos lograr dejarlo bastante parejo usando las zonas “buenas” del techo como referencia, repasando en varias direcciones la zona recién emplastecida y repasando los lugares donde nos indique que falta material. Ya que en muchas ocasiones, hay fallos que son invisibles para el ojo, pero al aplicar la masilla los detectamos.
Igualmente, si hay alguna zona en que no hemos retirado la pintura vieja por estar muy bien fijada, podemos repasar los bordes con masilla para que no se note el desnivel. Nos ahorramos la pesada y sucia tarea de lijar toda la pintura para que quede el borde enrasado con el yeso y lo haremos mucho más rápido.
Es importante que demos una capa lo más fina posible. No ya sólo por el ahorro de material, sino por no dejar una capa muy gruesa que tenderá a desprenderse más fácilmente que una capa fina.
Por supuesto, el plaste que hemos usado se lija muy fácilmente y podremos dar un lijado si no nos convence el acabado en algún sitio.
Suele ser normal que dejemos el techo perfecto y al día siguiente aparezcan pequeñas imperfecciones debidas a la merma del plaste. Por eso no debemos precipitarnos y dar por sentado que ya está listo para pintar hasta que no observemos que está el plaste totalmente seco y el acabado sea idóneo.
Y lo dicho: una vez que hayamos repasado todo el techo, podemos empezar a pintar. Para ello usaremos, como dije, pintura diluida que secará deprisa, no arrastrará el plaste e irá dando color poco a poco al techo.
También es normal que una vez que hayamos dado un par de manos de pintura, aparezcan irregularidades que hasta ahora habían permanecido ocultas. Eso se debe a que al estar el techo de color uniforme se detectan mejor los fallos. No pasa nada: se prepara un poco de masilla y se retoca la zona afectada.
Con esto hemos terminado de sanear y pintar el techo. Sólo haceros algunas recomendaciones:
Uséis la masilla que uséis, debéis procurar parar de vez en cuando para limpiar las espátulas que estéis usando. De lo contrario, la masilla irá endureciendo sobre la espátula e incluso irá tomando pequeñas partículas de yeso del techo y os arruinará el emplastecido en cualquier momento. Trabajando con limpieza obtendréis mejores resultados.
Fijaos bien en las ondulaciones del techo. Si vuestro techo es de placas de yeso, normalmente deberéis observar las uniones de éstas. Pero si es como en mi caso, que el yeso está aplicado con llana en el techo, notaréis las pasadas de la llana si os fijáis y así podréis facilitar la tarea de alisarlo.
Ya lo he dicho en varias ocasiones, pero os lo recordaré: usad ropa de trabajo adecuada para la tarea que estéis realizando. lo haréis más cómodamente y con mayor seguridad.
Y tomáoslo con calma: reparar el techo puede ser una tarea pesada y lenta y más en verano con el calor. No es una batalla que hay que ganar en un día: el resultado final dependerá de la paciencia y el trabajo que le dediquéis. Así que ánimo.
Deciros finalmente, que si vuestro techo no está mal, no necesitáis hacer todo el proceso tal como lo he hecho yo: igual basta un poco de masilla para rellenar algunas sombras. O basta con tapar algunas grietas... Estudiad bien vuestro caso y veréis como no es nada complicado... Todo es ponerse.
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