domingo, 13 de mayo de 2012

Churros madrileños. Receta de churros caseros. Hacer churros en casa. desayunar churros.

Churros caseros




Amig@s: ya sé que este tema se sale un poco de la temática del blog.. pero no es la primera vez que lo hacemos y la verdad es que las cosas buenas hay que enseñarlas y compartirlas ¿No os parece?


En este caso, se trata de daros la receta de los churros que suelo hacer en casa muchos domingos, antes que mi familia se levante, para saborear juntos un delicioso desayuno. Además, os comentaré algunos trucos para que os salgan perfectos.



Antes que nada, deciros que la masa de esta receta es bastante consistente; vamos, dura de narices. Así que no os voy a engañar: no os servirá ninguna manga pastelera o jeringa de repostería, pues reventarían, literalmente, al presionar la masa.

No obstante, no os desaniméis: hay churreras muy baratitas y muy efectivas. No hace falta que os vayáis a por una de acero inoxidable con palanca (la verdad es que no son demasiado caras y facilitan el trabajo).


Yo hago churros perfectamente con una tipo tradicional de material plástico y que costó muy poco dinero. Luego os daré un truco para que podáis sacar los churros perfectamente sin echar el hígado por las orejas del esfuerzo.


Empecemos por la receta. Pero antes deciros que hay infinidad de recetas de churros. Yo no las he probado todas, pero cada vez que trato de hacer alguna diferente a la mía, el resultado no es satisfactorio o al menos no se puede comparar con mi receta.


Básicamente consiste:




Ingredientes:

Mitad de harina, -de la normal, la que encontramos habitualmente que no es ni de repostería ni de fritura- y mitad de agua. O sea, por cada taza de harina, otra de agua. Otra posibilidad sería echar mitad agua y mitad leche, con lo que sería por cada taza de harina, media de agua y media de leche.

Un trozo de cáscara de limón (opcional).

Media cucharadita de sal.

Aceite para freir.


Notaréis que no echo ni levadura ni bicarbonato. Realmente no es necesario, ya que los churros salen tiernos por dentro (más o menos jugosos según el grado de fritura que les deis). La levadura sólo serviría para que pierdan su forma característica al hincharse en la sartén. Al menos con esta receta, que es de churros de los llamados madrileños.


Y tampoco añado huevos ni claras. La última receta que experimenté fue añadiéndole claras de huevos, y el resultado es que sabían justamente con un toque a huevo que no les favorecía nada en absoluto, aparte que la masa se quedó “pringosa”. Y muy blanda, con lo que los churros salían deformes y lo ensuciaban todo… un desastre.


Mi receta es muy económica y los resultados son siempre satisfactorios. Observaréis que digo la misma medida de agua que de harina... pero en la foto aparecen cuatro recipientes. Es que un solo recipiente no da bastante masa para toda mi familia y tomo otro cuenco más pequeño para dar la cantidad justa.


El proceso de elaboración no podría ser más sencillo:



En un cazo incorporamos el líquido, ya sea sólo agua o el agua con la leche. Añadimos la sal. Y la corteza de limón si queremos darle ese toque de sabor.



Cuando rompa a hervir bajamos el fuego o apartamos momentáneamente el cazo y echamos toda la harina de golpe. Incorporamos al fuego y vamos moviendo.

No os asustéis: la masa es espantosamente dura. Movemos en el fuego con una cuchara de madera hasta que veamos que se despega de las paredes.


Precisamente, un truco es que al poner el agua, siempre haya un poco más de agua o de líquido que de harina, pues en el proceso de remover la harina, le daremos el punto justo y nunca se nos quedará demasiado aguada.

Por el contrario, si tratamos de echar exactamente la misma proporción de harina y agua, podemos quedarnos cortos de agua y que se quede excesivamente dura la masa final.



Pues bien, cuando veamos que ya tiene la textura (ya digo, se separa de los bordes del cazo, aunque es muy pegajosa, no creáis que es como la masa del pan), apartamos del fuego y dejamos reposar un poco para que pierda temperatura.


No importa que quede algún grumo. Normalmente al hacerse el churro se termina de amasar, no obstante, podemos moverla un poco recién apartada del fuego para eliminarlos.



Abrimos la churrera, le ponemos la boquilla adecuada y metemos la masa.



Con la misma paleta de madera que hemos usado para mezclar la harina con el líquido, podemos coger una buena pella de masa y la metemos por la trasera de la churrera.


Un truco al respecto: como es dura y pegajosa, se resistirá a seguir introduciéndose. Así que le damos la vuelta a la paleta de madera y con el extremo del mango podemos ir empujando la masa. Al perforar el tapón de masa con el mango, también se facilitará que no coja aire la churrera y vaya desplazándose hacia el fondo.


Seguidamente, cogemos otra pella de masa y repetimos… hasta que la churrera esté llena o se acabe la masa.



Y ahora, vamos empujando el émbolo de la churrera hasta lograr que salga un trozo del tamaño que nos guste.

Yo suelo sacar trozos de unos 12 a 15cm. Los sujeto por la punta mientras empujo y cuando alcanzo el tamaño, pliego la punta, la uno al extremo y lo separo.


Podemos ir poniéndolos sobre la encimera. Asi a la hora de freír, no tendremos que preocuparnos de ir haciéndolos sobre la marcha.



Un truco para facilitar el duro trabajo de “exprimir” la churrera para sacar los churros es ponerla con el émbolo hacia abajo, apoyado en un trapo colocado sobre la encimera (el trapo es para evitar que se resbale y nos demos un susto).


Así en vez de apretar la churrera contra el hombro, el pecho o la barriga, podemos dejar caer nuestro peso y éste hace que el churro vaya saliendo hacia arriba. Con la otra mano vamos sacando los churros.



Cuando ya estén todos hechos, ponemos la sartén a fuego vivo. Yo suelo usar una sartén de tamaño medio y jamás suelo poner más de tres churros a la vez, ya qu si pongo más, el aceite pierde mucha temperatura y se recuecen por dentro en vez de dorarse. Cada cual tiene que cogerles el truco según el tipo y tamaño de su sartén, la cantidad de aceite y el tipo de fuente de calor.


En mi caso es, repito, una sartén esmaltada de tamaño medio, llena hasta la mitad (incluso algo más) de aceite y muy caliente.



Podemos comprobar la temperatura inicial del aceite echando una bolita que nos haya sobrado de masa. Cuando esté dorada, incorporamos el primer churro y si la temperatura del aceite es alta, podemos añadir el segundo e incluso el tercero.

Yo suelo esperar un poco antes de añadir el tercero y cuando ya la temperatura es óptima, empiezo a mantener siempre tres churros en la sartén.


El ir añadiéndolos de uno en uno a medida que se van sacando, hace que se favorezca el dorado de los que están a punto de sacarse.


Cuando veamos que un churro se empieza a dorar por un lado, le damos la vuelta para una cocción uniforme.


Otra cosa, según el grueso del churro, precisarán más o menos dorado: si el churro es fino, se hará mucho antes por dentro, de modo que si dejamos que se doren demasiado, quedarán muy duros y secos por dentor. Si usamos una boquilla más gruesa, el churro precisará más dorado o se quedará demasiado crudo. Para mí el punto es que el churro quede crujiente por fuera, pero jugoso por dentro, sin estar la masa cruda.


A medida que los vamos sacando, los ponemos sobre un plato cubierto con papel de cocina absorbente para que se lleve el exceso de aceite (bueno, y también ayuda a conservarlos calientes). Y los espolvoreamos con un poco de azúcar.



¡Y a disfrutarlos!



Una anécdota: en uno de mis experimentos de recetas de churros, incorporé a la receta que os he dado un poco de bicarbonato sódico para que actuara como levdura... La cosa es que no tenía churrera y usé un embudo y para que la masa pasara por el pitorro, empujaba con una mano de mortero...


La cosa es que los churros empezaron a estallar literalmente en la sartén… alguno hasta se salió de ella.

Le puse una tapadera para evitar las salpicaduras de aceite… y las explosiones de los churros levantaban la tapa.

Resultado: unos churros deliciosos, pero a costa de tirar medio litro de aceite que tuve que recoger con servilletas de las paredes y hornilla, y con periódicos del suelo… y un brazo lleno de ampollas por las salpicaduras del aceite… Je, je, je.


La verdad es que todavía no sé muy bien que pasó con esos churros… Si fue la levadura (que tampoco le eché demasiada) o si fue por coger aire al hacerlos… pero casi que tenía que contar el número de estallidos dentro de la sartén antes de atreverme a levantar la tapa para darles la vuelta… Je, je, je.


En cualquier caso, desayunar con unos churritos es una estupenda manera de empezar un domingo. No se tarda casi nada en hacerlos. De hecho, ni merece la pena comprarlos congelados.


¡A hacer churros!