lunes, 30 de septiembre de 2013

Afilar herramientas. Afilado de formones y cepillos. afilado económico. el afilado perfecto. Sharpen tools. Sharpening chisels and brushes. economic sharpened. perfect sharpening. Aiguiser les outils. Affûtage des ciseaux et des pinceaux. économique aiguisée. parfaire l'affûtage.



AFILADO DE HERRAMIENTAS


Amig@s: Ya hemos visto en otro post cómo afilar brocas con una radial y también con un afilador específico de brocas… Hoy pretendo centrarme en formones y cepillos de carpintero.

Son muchas las herramientas de taller que con el tiempo pierden el filo: formones, cepillos manuales y eléctricos, cúter o cuchillas, brocas... Es muy difícil recuperar el filo original mediante el afilado casero, pero podemos aproximarnos bastante con una buena técnica.


La regla número uno que yo siempre sigo a la hora de tener las herramientas afiladas es no esperar a que pierdan el filo por completo. 
Es mucho más difícil recuperar una herramienta ya totalmente roma que una que todavía corta bien aunque ya no tanto como originalmente cuando estaba a estrenar.

Si damos un repaso periódico al filo de la herramienta cuando vayamos a usarla, veremos que no cuesta apenas trabajo y no requiere métodos más expeditivos que supondrán un mayor desgaste y el lógico acortamiento de la vida útil de la herramienta. 
Los carniceros saben mucho sobre tener los cuchillos afilados y si los observáis, veréis que están continuamente repasando los cuchillos.

Pero, lo realmente importante a la hora del afilado es dar siempre, pero siempre, el mismo ángulo de afilado. 

Puede que éste no sea el idóneo para la herramienta, pero si logramos que no varíe dicho ángulo, la herramienta cortará como un escalpelo. 

Muchas personas que afilan sus cuchillos cometen ese error: dan unas pasadas con un ángulo, en otras pasadas lo varían ligeramente –de modo involuntario- y el cuchillo termina con “varios filos” y resulta un desastre, cortando incluso menos que antes del afilado o durando muy poco el filo.



Hoy vamos a centrarnos -como decía al principio- en los formones y cepillos de mano de carpintero. 

Estas herramientas son una verdadera gozada manejarlas cuando el filo está nuevo, o sea al estrenar la herramienta… Pero con el uso, vemos que cada vez está más embotado, romo y se atascan y no cortan por donde queremos, pudiendo llegar a ser un verdadero peligro, pues nos obliga a hacer más fuerza y corremos el riesgo que se nos escape... 


Yo solía darles unas pasadas con una piedra de afilar, pero quería algo más preciso, cómodo, que diera un filo realmente bueno y que fuese económico.

Vi por internet un soporte con unas ruedecitas o un rodillo que hacía que pudiésemos deslizar el formón sobre una piedra de afilado, manteniendo el ángulo. Y logrando un filo perfecto.

Problema: Fui a la ferretería y no tenían ni idea de lo que yo quería. Hasta tuve que describirle al dueño el aparatejo. Acabó por enseñarme una piedra bastante buena que costaba algo menos de 20€. Se salía del presupuesto y tampoco era lo que yo buscaba.

Tras probar varios sistemas caseros en los que sustituía las ruedas por arandelas, descubrí que, sencillamente con dos maderas fijadas entre sí con tornillos, podría lograr lo que quería, siempre que deslizara la madera sobre una tabla con melanina –para un buen deslizamiento sin desgaste para la madera- y usando como elemento abrasivo lija al agua para que la superficie de afilado quedase prácticamente a la altura de la tabla.


El sistema es muy simple y económico… aunque después pude comprobar que ya estaba inventado y perfeccionado. Es más, el mismo autor de esta página que pongo en el enlace, reconoce que no es el creador del sistema...

Pero como lo bueno merece la pena divulgarlo, os expongo el sistema y os diré cómo lo he hecho yo:

En realidad, las piezas de madera las he sacado de un viejo atril de pintura. Es la pieza que sirve para regular la altura del lienzo.
De modo que me he encontrado las maderas ya cortadas y hasta con los tornillos con tuerca de palometa, que es lo ideal para poder poner y quitar rápidamente las herramientas sin tener que depender de destornilladores o llaves. 

En cualquier caso, con dos maderas sacadas de los restos de cualquier taller de bricolador – de unos 12 ó 14cm de longitud, por 40mm de ancho- y 15 ó 20mm de grosor; y dos tornillos con tuerca de palometa que podéis encontrar en cualquier ferretería, podéis salir de paso. Basta taladrar las dos maderas juntas e introducir los tornillos.

También necesitaremos la superficie de trabajo: una tabla bien lisa de un par de palmos de longitud y uno de ancho aproximadamente. Que esté revestida de melanina o algún material plástico sobre el que la madera se deslice con suavidad. Imagino que un vidrio o una pieza pulida de granito o mármol también servirían estupendamente.

Y, finalmente, precisamos dos o tres pliegos de lija al agua de diferente grano. Yo uso primero uno de nº 280, sigo con otro de 500 y termino con el más fino, de 800. Lo veremos mejor cuando explique la técnica.

Introducimos la hoja del formón en el soporte (entre las dos maderitas con los tornillos aflojados) y colocamos el soporte y el formón de modo que apoye el bisel del mismo sobre la tabla, descansando al mismo tiempo el soporte sobre ella. 

Vamos introduciendo o sacando la punta del formón del soporte hasta que veamos que el bisel del formón se apoya perfectamente. El ángulo debería ser de unos 30 a 33º.

Ese es el punto donde podemos dar un ligero apriete a las dos tuercas de palometa del soporte.



Es muy importante lograr que el formón esté bien perpendicular al borde del soporte. Para ello, podemos usar una escuadra. 

Si vemos que no está bien derecho, aflojamos ligeramente las tuercas y variamos la posición hasta que quede bien perpendicular. Apretamos bien las tuercas y podemos volver a comprobar la inclinación.


Es buena cosa que tomemos un trocito de listón de madera, lo apoyemos contra el soporte y señalemos la posición del filo del formón. 


Marcamos lo que sobresale y así ya tenemos la medida para otras ocasiones y otros formones; y costará mucho menos. 


Asimismo, podemos facilitar el trabajo si pegamos el listón a una madera, a escuadra. Así también nos ahorramos el paso de usar la escuadra: en un paso regulamos la profundidad –que nos marca el ángulo de afilado- y la perpendicularidad de la hoja –que nos afilará la herramienta uniformemente-.


Pero, de momento, podemos arreglarnos simplemente con el listón con la marca. Si el listón es delgado, podéis guardarlo introducido en la misma guía al terminar el afilado y no se os perderá. 

 
Y pasamos al afilado en sí.
Colocamos el papel de lija sobre la superficie de lijado –la tablita con melanina- y con un pincel extendemos un poco de agua para humedecer el papel de lija. 

No hace falta mucha agua ni hay que mojar toda la lija, solo la zona del borde donde vamos a trabajar. 

Tampoco es necesario sujetar la lija a la tabla, pues la misma humedad del agua la deja en su posición.


Colocamos sobre la lija el bisel del formón y lo vamos deslizando sobre la lija asegurándonos que el soporte de madera se apoye bien sobre la tabla.

Tras varias pasadas, podemos revisar la zona por donde se va desgastando… a veces se desgasta más por el borde. Otras por la parte opuesta. 


En el segundo caso, podemos recurrir a añadir algún cartón fino, tipo cartulina, bajo la zona del soporte que roza la tabla. Así lo levantamos ligeramente y podemos hacer que la lija desgaste uniformemente todo el bisel y no tenemos que molestarnos en volver a empezar desde el principio a colocar bien la hoja del formón. 

La lija de grano más grueso desgastará más rápidamente, eliminando estrías, desniveles, muescas en el filo… Pero no dejará un filo asentado. 



Es importante que de vez en cuando, acerquemos la tabla al borde de la mesa y demos varias pasadas por la parte opuesta –la plana- del formón. Así eliminaremos rebabas que puedan formarse. 

Hay que mantener toda la parte plana del formón completamente pegada a la lija, sin darle ningún ángulo. 

Para ello, lo mejor es apretar con uno o dos dedos justo en el extremo, lo más cerca del filo que podamos y con la otra mano nos limitamos a empujar y tirar suavemente.
 
Tras unas pasadas a la parte plana, podemos pasar a la siguiente lija de grano más fino. 

El procedimiento es exactamente igual: podemos mover el formón de delante hacia atrás y en círculos en sentido horario y antihorario, deslizándolo por toda la superficie de la lija que estemos usando. De vez en cuando, podemos levantar el formón, limpiar la hoja con un trapo para examinar el filo y añadir más agua y continuar con el afilado si es preciso. 

Examinando el bisel del formón recién levantado, podemos ver también si lo estamos haciendo correctamente. Según la zona donde se vea mojado. 
Debería tener la gota en el centro, indicando que el desgaste es uniforme.


Terminado este paso, pasamos a una lija de grano muy, muy fino: del 800 ó el 1000 incluso, que nos dé un acabado casi de pulido y dejará el filo muy fino.

Podemos terminar el afilado dándole unas pasadas en un ángulo algo mayor justo en el filo, añadiendo una cartulina bajo la guía, para lograr que la zona del filo esté más asentada, aunque no es necesario.


El filo, aunque parezca que no tiene rebabas y está super afilado, aún tiene micro rebabas. Pero bastará empezar a usarlo para que esté al 100%. 

Y nos durará bastante, a diferencia un mediocre afilado a mano alzada, que a veces parece muy bueno, pero no suele durar demasiado.


Y no hay más… en cinco minutos podemos tener una herramienta con un filo perfecto, como cuando la compramos, y como ya tenemos hecha la guía para ponerla otra vez en su posición correcta, en sucesivos afilados, el filo incluso mejorará.



 
Para afilar la hoja del cepillo, el proceso es exactamente igual, aunque el ángulo del bisel varía ligeramente. 

Por eso yo tengo en el listón dos marcas: por un lado para formones y por el otro lado, la marca para los cepillos.


Las ventajas de este sistema de afilado son evidentes:
 
La lija al agua es económica –a mí me costó 2.10€ los tres pliegos- y he usado una zona de 3X15cm, aproximadamente… y como no he cortado la lija, ni está muy gastada, esa zona puede servirme para más lijados. Cuando ya se empiece a gastar, bastará cortar un trozo del borde y seguir usándola en una zona sin desgastar. Nos puede durar muchísimos afilados. Las piedras son mucho más caras y se van horadando, con lo que su superficie dejará de ser plana con el uso a no ser que la repasemos con lija de vez en cuando.

Otra ventaja de este método es que la superficie de afilado no se recalienta, a diferencia de las muelas de afilar y máquinas eléctricas. La lija al agua desbasta en frío y no afectará al temple y dureza del filo. 

Y como indiqué antes, es un sistema muy sencillo en el que no tenemos que estar pendientes de si variamos el ángulo y estropeamos la herramienta. A la par que deja un filo perfecto, por muy torpes que seamos en el tema del afilado.


En ocasiones en que esté el filo muy embotado y en los que tengamos que retocar el ángulo de corte de la herramienta - el bisel-, podemos usar inicialmente una lija al agua de grano más grueso que desbastará más rápidamente. En estos casos, uso la del nº 150.

Tras probar el sistema con mis formones y mi cepillo favoritos, voy a hacerle unas mejoras:

En primer lugar le he retirado unos clavos que le había dejado al soporte por si volvía a usar las maderas en el atril. A unas malas, si quisiera hacerlo, podría usar un par de tirafondos. 

 

El alicate de mi Leatherman Surge me ha venido de perlas para sacar estos clavos tipo grapa.



En segundo lugar, para tener una mayor superficie de apoyo y que el trabajo sea más cómodo, he puesto otra cartulina un poco más larga. 


La he cortado de una etiqueta con las tijeras de la misma multiherramienta y la he fijado con cinta adhesiva (celo) de modo que quede bien pegada.

En tercer lugar, he cubierto la zona del ángulo de la etiqueta, que es la que en realidad roza con la tabla, con cinta adhesiva, para reducir el roce, el desgaste y aumentar la duración.

Finalmente, en vista del buen resultado, he sustituido el listoncito para marcar el saliente del formón y del cepillo por uno más vistoso. También es un retal, pero más saneado y bonito.



Por cierto, No sé si os habréis fijado o habéis caído en ello, pero añadiéndole un tornillo o clavo afilado –o un lápiz- en la punta en el extremo del listoncito que uso para colocar en el ángulo correcto el formón, podemos tener –además- un estupendo gramil.

También sirve como tope de profundidad, como me sucedió cuando tuve que encuadernar unos folios y quería que todos estuviesen cortados exactamente por el mismo punto con la cizalla… ya lo veréis en cuanto publique el post del encuadernado.


Gracias a este sistema de afilado, no sólo he logrado poner al día mis formones favoritos –nuevos, aunque con cierto uso-; sino también un viejo formón que tenía en un rincón del taller con el mango medio destrozado y cuyo filo estaba totalmente embotado, pese a que había tratado en varias ocasiones de dejarlo bien. Esto también es tema de otro post.

Espero que os sea de utilidad este sistema de afilado, como a mí me lo ha sido.


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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Enfoscar pared. Enlucir pared. Reparar pared. Herramientas de albañilería. Poner mortero. Wall plastering. Plastering wall. Repair wall. Masonry Tools. Put cement. Plâtrage mur. Mur plâtrage. Faites réparer mur. Outils de maçonnerie. Mettez ciment.



Enfoscar pared.


Ya hemos tocado algún que otro post de albañilería… La verdad es que pocas cosas no he tocado, pero la albañilería me encanta, pese a ser un trabajo duro por lo pesado de los materiales y restos –escombros- del trabajo. Es muy agradecido.


En este caso tenemos un muro antiguo. Se aprecia que la pared está muy suelta. 
Pero no os asustéis, no tendremos que recurrir a “nuestro vecino el albañil” que sin duda tendrá cosas mejores que hacer, lo vamos a reparar nosotros mismos en un par de ratos y quedará bastante aceptable.
Asi que vamos a sanearla un poco, porque de poco serviría ponerle un poco de masilla o de yeso en la superficie, ya que se desmorona.


Yo voy a darle un acabado final rústico, sólo con la mezcla… Pero si deseáis un acabado fino, bastaría con raspar bien la arena suelta que se desprenda de la capa de mezcla ya seca, y dar una mano de acabado de masilla niveladora, yeso fino, escayola… etc.


Es muy importante que nos entreguemos a fondo a la tarea inicial de retirar todo lo que esté suelto. 


 Podemos incluso repasar ligeramente las juntas entre ladrillos, que en este caso son macizos, para ponerlo todo nuevo. De poco serviría echar una capa de dura mezcla, si la base es débil y se desprende dejando la mezcla otra vez suelta.


Yo lo he hecho con una picocha o alcotana, que viene a ser como un pico de una sola mano y que evita tener que estar con la pesada machota o maza y el cincel. 


Vemos que hay que descarnar hasta llegar al ladrillo que hay debajo y por lo tanto queda un hueco de cuatro o cinco centímetros de profundidad, 120cm de alto y unos 55 a 60cm de ancho…


Yo ya he adelantado el trabajo, pues no pensaba en principio hacer un post sobre el tema y no tengo fotos del estado inicial de la pared, aunque os podréis imaginar cómo estaba: la pintura se desprendía, junto con trozos de pared convertidos en arena suelta… un desastre. Pero al descarnar la pared, pensé que este tema os podría ser de utilidad y empecé con las fotos.


Dado el grueso que precisa, deberíamos poner la mezcla al menos  en dos sesiones, pues de lo contrario podría desprenderse total o parcialmente y arruinarnos el trabajo. Tenemos tiempo…


Yo he empezado usando un mortero seco que ya venden preparado para mezclar con agua; al que he añadido arena, pues el mortero viene demasiado rico en cemento para mi gusto. 
Y si bien quedará más duro y el cemento ayuda a que la mezcla se adhiera mejor a la superficie, lo cierto es que ahorraremos material y quedará una mezcla más suelta y mejor ventilada.


Es importante que antes de empezar a colocar la mezcla o mortero en la pared, que mojemos previamente ésta. Podemos usar una esponja. Esto hace que el ladrillo no rechupe enseguida el agua de la mezcla haciendo que ésta se seque demasiado deprisa y se torne quebradiza e incluso que se desprenda de la pared al secar o al poco tiempo.


Os voy a decir alguna de las herramientas que he empleado:
 
 

El palustre de amasar, que con su larga distancia entre la pala y el mango y la forma de la pala, es perfecto para llegar a todos los recovecos del capazo para amasar uniformemente.

 
El palustre de enlucir, con el vástago más corto para poder poner la mezcla con mayor fuerza y precisión y la pala más larga y fina.


La llana o plana de acero, usada para aplicar directamente la mezcla con ella, alisar la mezcla una vez puesta y como soporte para poner una pella de mortero e ir tomando porciones con el palustre.
 

 
Y la talocha, usada para el acabado final


Para ponerla, yo coloco una porción de mezcla en una llana con el palustre de amasar y con el otro más largo voy tomando de la llana y aplicándolo con presión a la par que lo extiendo, de modo que se va amoldando a la superficie y va quedando adherida a ella. 

Es casi como untar mantequilla sobre una tostada, pero a lo bestia, jejejeje. 


Cuando a vayamos a poner otra paletada de mezcla, la superponemos ligeramente a la anterior y así va quedando más o menos homogéneo. 


Ojo, no hay que dejarlo liso, pues la rugosidad hace que la capa final se adhiera mejor y con más fuerza. Ya habrá tiempo de alisar. 


Como es inevitable que parte de la mezcla se desprenda, podemos poner la llana debajo y así no tenemos que estar recogiendo la mezcla del suelo. No obstante cuando ya haya cierta cantidad en el suelo, sí que podemos recogerla, ponerla en el cubo y amasarla de nuevo añadiendo unas gotas de agua.


También podemos probar a aplicar la mezcla directamente de la llana a la pared, pero suele desperdiciarse más y no nos garantiza que la mezcla penetre hasta el fondo de todos los resquicios, como sucede con el palustre.


En cualquier caso, deberéis adaptar el grueso que vayáis poniendo a la textura de la mezcla que hayáis preparado: una mezcla muy líquida hará que no acepte mucho grueso de una vez… Tampoco debe estar demasiado dura.



Tras poner esta capa, descubro que algunos bordes que no había tocado están levantados respecto a la superficie de la pared –Se ve que esta pared ya sufrió algún “apaño” en su día y no demasiado afortunado, con lo que tengo que armarme de cincel y machota y volver a sanearlos. Así nos quedará mejor, gastaremos menos mezcla y será más sencillo, pese al trabajo añadido de dar machotazos.


Suelo usar dos sistemas para la capa de acabado final. Una es poner unas guías que nos permitan dejar una capa perfectamente lisa y pareja… 
La otra es aplicar con la llana de modo más o menos homogéneo y después emparejar y alisar con talocha y esponja. 

En este caso, he usado el segundo sistema, pero os explicaré someramente el primero para que lo conozcáis también.


Para lo primero, podéis haceros con unas gavillas de las usadas en construcción. 

Para una simple capa de acabado podéis usar las más delgadas que encontréis, de unos 8mm. 


Yo tengo guardadas de varias longitudes y así me sirven para cualquier trabajo que me surja y no tengo que andar recortando y después buscando otras más largas cuando las necesite.


Os diréis que estas gavillas son totalmente rugosas, y eso no es precisamente bueno para lograr una superficie lisa…


Pero lo cierto es que si os fijáis, las gavillas tienen dos líneas longitudinales sin rugosidades. Basta colocar estas líneas hacia arriba y ya tenemos una estupenda guía.


Colocamos en la pared una gavilla bien vertical y la fijamos con varios pegotes de mezcla. Seguidamente colocamos otra a una distancia conveniente, unos 30 ó 40cm está bien, a vuestro gusto. Yo uso la llana para retirar el exceso, y me interesa una distancia inferior a la longitud de ésta. Si en vez de llana queréis usar una regla de hierro, muy usadas en construcción, podéis adecuar la separación a la longitud del mismo. Así avanzaréis más deprisa.


Pues bien, relleno rápidamente con mezcla la zona delimitada por estas dos varillas. Por supuesto, podéis poner todas las que deseéis a la vez… pero para el ejemplo dos nos basta.


Entonces, pasamos la llana apoyada en estas dos varillas. La llana cortará todo el exceso, dejando una superficie totalmente lista y pareja. 

Retiramos la varilla que ya no nos sirva y la ponemos al otro lado para seguir rellenando. Los surcos que dejan las varillas se pueden rellenar rápida y fácilmente, cuando la mezcla empiece a fraguar, con el palustre.


Pero en este caso –como os decía- voy a usar el otro método, porque es un trozo pequeño y no me compensa usar las varillas. Si deseáis ver fotos y saber más detalles del método de enfoscado con gavillas, en breve publicaré una entrada en la que preparé una pared para colocar azulejos y usé justamente este sistema.


Así que al día siguiente de dar la primera capa, hago una mezcla más ligera, para extenderla en capas más finas, pues ya no queda por rellenar más que de 5 a 15mm según la zona.


Pongo una cantidad de mezcla en la llana 


y aplico ésta contra la pared, al mismo tiempo que voy oscilando a izquierda y derecha la llana, voy apretando la llana manteniendo la parte superior algo más separada de la pared y desplazándola hacia arriba, de modo que la mezcla se va depositando bien extendida en una capa uniforme. 


Siempre es conveniente montar ligeramente una capa sobre la anterior, pues al ir terminándose la mezcla de la llana el grueso que deposita en la pared es menor.


De vez en cuando, vamos comprobando con una varilla o un palito bien recto, a modo de regla, que estamos dando el grueso preciso. Basta colocar los extremos del palito apoyados en los bordes de la pared que no hemos tocado y deslizarlo para ver si nos sobra o falta relleno y si éste es uniforme.


De hecho, si los bordes estuviesen perfectamente delimitados y rectos, podríamos usar la misma regla para eliminar el exceso de mezcla… Pero éste no es el caso.

 No importa demasiado si hay pequeñas ondulaciones, pues de eso nos ocuparemos en el siguiente paso.


Aplicamos la llana en movimientos circulares para alisar la superficie, ya que cortará todos los bultos que sobresalgan.


Podemos seguir con la talocha para alisar la superficie, para lo cual la mojaremos con una brocha y lo aplicaremos en la zona enfoscada en movimientos circulares y realizando una presión uniforme en todos los puntos, de modo que va retirando el material que sobresale, dejándolo todo más uniforme.

Finalmente, podemos pasar  una esponja humedecida en agua, que rellenará las zonas con huecos, dando un aspecto liso. 

Eso sí, dejará muchos granos de arena en la superficie, sobre todo si no habéis usado una arena cernida muy fina para esta capa de acabado.

De todos modos, os aseguro que esta parte de la pared no volverá a desprenderse.

Ya solo queda esperar un día o dos, pasar un cepillo duro para retirar la arena gruesa que ha quedado en la superficie y dar un par de manos de pintura. 

Por supuesto, si queréis un acabado más fino ya podéis recurrir a alguna masilla, yeso fino, escayola o perlita.



Aqui podéis ver cómo ha quedado inmediatamente después de acabar de dar la primera mano de pintura. 

Cuando ésta secó, quedó de un blanco prácticamente uniforme, aunque aún habría que darle otra mano más. 

Pese a ser un acabado más o menos rústico, el problema es que ahora dan ganas de repasar el resto de la pared para dejarlo igual de uniforme, jejejeje.